La capacidad que tiene nuestro Dios de contestar nuestras oraciones
siempre es mayor a nuestra capacidad de pedir. Después de su oración en Efesios
3:11-19, Pablo (el gran misionero) alaba a Aquel que puede hacer muchísimo más
que todo lo que podamos imaginarnos o pedir. Aun cuando Dios no responde
inmediatamente a nuestras peticiones, Él nunca las olvida. La Biblia nos dice
que los ancianos que rodean el trono de Dios sostienen copas de oro llenas de
incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios (Apocalipsis 5:8). En el
momento indicado por Dios estás copas son derramadas. Muchas veces no sabemos
bien como orar, pero cuando
levantamos nuestras oraciones al Señor, el Espíritu Santo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Él intercede por
los santos de acuerdo a la voluntad de Dios (Romanos 8:26-27). La oración no
consiste simplemente en pedir—es también someternos a la voluntad de Dios. En
adoración podemos ofrecernos a nosotros mismos y a otros como sacrificios
espirituales agradables a Dios.
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